De Walter Mercier – Traducido por Javier Palacio
El único disco doble de los Beatles, comúnmente conocido como “The White Album”, ha cumplido cincuenta años, y para celebrarlo se edita una versión generosamente extendida que incluye numerosos inéditos. Repasamos el complicado proceso de confección de un disco no menos complejo.
Cuando deciden viajar a la India en febrero de 1968 para seguir las enseñanzas del Maharishi Mahesh Yogi los Beatles se encuentran en la cima del mundo. En 1967, que ha pasado a la historia como el año del triunfo de la psicodelia (estilo que contribuyen a modelar en gran medida en 1966 con su álbum Revolver y piezas como Tomorrow Never Knows o Love You To), sorprenden a sus seguidores con el single Strawberry Fields Forever/Penny Lane y con el film Magical Mystery Tour, cuya banda sonora contiene la formidable I Am the Walrus. Y eso por no hablar, claro está, del disco Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band, considerado desde el momento de su aparición (y aún hoy) como el mejor álbum pop de todos los tiempos. Por entonces inauguran también una tienda de moda y un sello, bautizado como Apple Records. Nada parece imposible para esos melenudos que han adquirido estatuto de genios y cuyas magníficas composiciones son versioneadas, entre otros, por grandes músicos de jazz.
Pero en 1968 los Beatles se han hartado de la psicodelia, mientras en Estados Unidos grupos como The Band o Creedence Clearwater Revival se disponen a finiquitar un género que, pese a no durar más que unos meses, se recordará como la mejor y más abigarrada ilustración sonora de esa época. En la India los Beatles se relajan, meditan un poco y componen muchas canciones. Su amigo Donovan (también presente en el famoso ashram de Rishiskesh, junto con Mike Love de los Beach Boys o la actriz Mia Farrow y su hermana pequeña, Prudence, así como las respectivas compañeras de los cuatro integrantes del grupo), les muestra los rudimentos de esa técnica denominada guitar picking. Lennon se servirá de ella en Dear Prudence y Julia, y McCartney en Blackbird y Mother Nature’s Son. A decir verdad, escriben tantos temas que un día Harrison, muy interesado por el magisterio del Maharishi, se enfada: “¡Hemos venido aquí a meditar, no a trabajar en un álbum!” Pero la estancia se torna pronto en decepción, cuando Lennon comienza a preguntarse si acaso el Maharishi no será un timador, al tiempo que empiezan a circular ciertos rumores: al parecer el viejo santón ha intentado abusar sexualmente de varias de las mujeres. Por si fuera poco, un dramático suceso les deja conmocionados: la muerte de su fiel manager y descubridor, Brian Epstein, a causa de una sobredosis.
The Beatles (White Album) [Super Deluxe] (1968)
Tras las locuras y geniales experimentos de Revolver y Sergent Pepper’s los Beatles se vuelcan en la composición pura y dura, en busca de cierta sobriedad y dejando al margen sus recientes excesos psicodélicos, por magníficos que fueran. Editado en noviembre de 1968, el doble White Album supone una vuelta a un pop-rock más desnudo, en búsqueda de lo esencial.
Los Beatles regresan a Londres con unas treinta canciones esbozadas, muy diferentes a las que formaban parte de Sgt. Pepper’s, y en marzo el single Lady Madonna marca la tónica del futuro disco. Un disco con mayor presencia de rock’n’roll, con el que McCartney quiere rendir homenaje a Fats Domino. La idea es tocar en estudio como si estuvieran en directo para evitar los artificios y experimentos de antaño (decenas y decenas de horas dedicadas solo a la grabación de Strawberry Fields Forever, por ejemplo), y elaborar una música más sencilla y directa. Precisamente en ese momento los Rolling Stones publican una obra maestra, Beggar’s Banquet, caracterizada por un sonido crudo y áspero que supone su adiós definitivo a los tiempos felices, pero agridulces, del psicodelismo. Y enseguida se hace evidente que los “Fab Four” tienen demasiadas canciones para incluirlas en un solo disco. Se opta entonces por trabajar en un doble pese al escepticismo del productor George Martin, quien opina que el álbum debería reducirse a uno sencillo porque, a su juicio, muchos temas no están a la altura deseable. Es la primera vez que piensa algo similar, y la primera vez que se ve obligado a discutir con los Beatles. El proceso de grabación se desarrolla, por lo demás, en un clima enrarecido: Lennon abandona a su esposa Cynthia y parece embobado con su nueva conquista, la sacerdotisa de la vanguardia artística Yoko Ono, que se pega a él como su sombra y que llega a instalar una cama en el estudio para no perderse ni una sesión y dar constantemente su parecer, lo que exaspera al resto de miembros.
Y como Sgt. Pepper’s es considerado un proyecto mayormente concebido y compuesto por Paul, Lennon decide recuperar el liderazgo de la banda (afirmando siempre, y no por casualidad, preferir el álbum blanco a su ilustre predecesor). Así que da un paso adelante, sorprendiendo a todos con su actitud fastidiosa y estricta, animado por su nueva novia: entre otras situaciones desagradables, se pasa horas criticando el piano de Ob-La-Di, Ob-La-Da. El ingeniero de sonido, Geoff Emerick, responsable de los extraordinarios hallazgos sonoros de sus anteriores álbumes y singles, no aguanta la tensión ambiental y decide largarse, siendo sustituido por Chris Thomas (más tarde productor de Roxy Music, Sex Pistols, Pretenders o Pulp). No obstante, y aunque parido con dolor, el disco acaba por tomar forma. El resultado es muy desigual, sobre todo comparado con los tres anteriores trabajos, Rubber Soul, Revolver y Sgt. Pepper’s, tan heterogéneos como este (pudiéndose encontrar en un mismo disco canciones tan distintas como Eleanor Rigby y Got to Get You Into My Life) pero excelentes de principio a fin. Y es que, sin duda, heterogeneidad no le falta al álbum blanco, facilitada de entrada por su duración de 90 minutos, algo completamente inusual por entonces. Pero no todas las canciones están al nivel de lo que se esperaba de esos maestros incomparables de la composición. Para empezar, contiene demasiadas bromas que difícilmente pasan la prueba de su sucesiva audición: Rocky Raccoon, The Continuing Story of Bungalow Bill, Honey Pie, Ob-La-Di, Ob-La-Da, Piggies o esa voluntariamente enervante Good Night con que concluye el programa. Todas ellas suenan demasiado insustanciales si se tiene en cuenta la calidad a que tenían acostumbrados a sus fans. Y la proclamada vuelta al rock’n’roll resulta a veces algo trivial e informe (Birthday, Why Don’t We Do It in the Road, Yer Blues, Savoy Truffle), al tiempo que la experimentación ruidista de Revolution 9, firmada por Lennon, es simplemente insoportable si se quiere escuchar más de una vez (o incluso una íntegramente).
Pero los grandes aciertos son, por fortuna, bastante más numerosos que los mentados fallos. En una onda más rockera tenemos Everybody’s Got Something to Hide Except Me and My Monkey, Revolution 1 (por más que pueda preferirse la toma, más rápida y saturada, editada en single), Back in the U.S.S.R –con sus ocasionales guiños a los Beach Boys, ya que el tema se compuso en la India, beneficiándose por tanto de la presencia de Mike Love– o la misteriosa Glass Onion. Y Lennon se muestra en plena forma con joyas como Sexy Sadie o la maravillosa y extrañamente “mccartneyana” Cry Baby Cry, así como en las magníficas Dear Prudence, Happiness Is a Warm Gun –concebida como una suite de tres microcomposiciones, idea acabada de patentar por los Who–, I’m So Tired o Julia, la canción más conmovedora de su carrera, dedicada a su madre, a la que apenas conoció y fallecida en accidente de coche en 1958, justo cuando comenzaban a recuperar su relación. Pero McCartney no le va a la zaga y responde con una memorable sucesión de perlas. Además de entregar esa obra maestra bucólica y acústica que es Blackbird, se adentra en los terrenos del heavy en la estruendosa Helter Skelter (que, con Piggies, impulsa a Charles Manson a cometer sus crímenes), dejando a Led Zeppelin a la altura del betún: un tema de tremenda violencia donde, al final, puede escucharse a un agotado Ringo exclamar“I got blisters on my fingers!”, es decir, “¡tengo ampollas en los dedos!”). El impacto de este furioso tour de force es tal que, años más tarde, el tema será retomado en clave punk por Siouxsie & The Banshees (que versionearán igualmente Dear Prudence, lo que indica hasta qué punto fueron marcados por el White Album). Y eso no es todo. El talento del bajista, en tanto que creador de melodías inmarcesibles, comparece en Martha My Dear (¡canción dedicada a su perra!), que parece directamente salida de Sgt. Pepper’s, o en Honey Pie, pieza perteneciente al género retro-cabaretero tipo When I’m Sixty-Four que tanto ama y que Lennon detesta (describiéndolo como“mierda para viejas asiduas al bingo”), o en la harto delicada I Will… Por su parte, George Harrison firma una estupenda oda a la melancolía, Long, Long, Long, y su pieza más célebre, While My Guitar Gently Weeps. Quejándose de que Lennon y McCartney, como es habitual, menosprecian sus aportaciones y consciente de la belleza de la composición, le pide a su amigo Eric Clapton que toque un solo de guitarra, inolvidable para cualquier amante de la música. Los Beatles aceptan, McCartney añade una introducción al piano y While My Guitar Gently Weeps inicia su andadura como la obra maestra que es. Finalmente Ringo, siempre a su aire, escribe una canción festiva, pegadiza pero eficaz, Don’t Pass Me By.
Y para cerrar el capítulo de aciertos, Paul McCartney compone Hey Jude, himno de más de siete minutos dedicado al hijo de Lennon, Julian, cuyo single (con Revolution como cara B) se convierte en el más vendido de los Beatles: más de 8 millones de ejemplares despachados. Con todo, la banda no juzga oportuno incluirlo en el álbum (que editan con una portada blanca sin otros datos que las palabras The Beatles y un número de serie…), tal como hicieran anteriormente con Penny Lane y Strawberry Fields Forever, excluidos de Sgt. Pepper’s. Claro que, en estos momentos, quizá no andan tan sobrados de buenas canciones, y en ocasiones es preferible cambiar de costumbres…
Este monumento musical se reedita ahora a lo grande para celebrar su cincuenta aniversario. Bajo el título The Beatles/‘The White Album’ 50th Anniversary Super Deluxe Edition, la hiperlujosa caja reúne seis CD: además del álbum remezclado en estéreo por el hijo de George Martin (procedimiento sin duda controvertido) se incluye la versión original en mono (la preferida por los puristas, al pensarse el álbum así) y las famosas Esher Demos, solo conocidas por los amantes de los bootlegs, o lo que es lo mismo, las 27 maquetas de las célebres canciones grabadas por el grupo en la mansión de George Harrison, más tres CD de sesiones en estudio. Y el disco viene con su artwork original (póster, fotos, etc.), acompañado por un generoso libreto que explica su legendaria concepción. Los fanáticos de la banda se frotan las manos.