Hace casi un año que la Orquesta Típica de la Ciudad de México no ha tenido una presentación en vivo, ni un ensayo en conjunto ni una reunión para planificar el trabajo. Hace casi un año que todas las actividades culturales en la capital y en todo el país quedaron congeladas ante la pandemia de COVID-19 que aún no hemos superado.
Muchas cosas han tenido que cambiar, la manera de trabajar, de reunirse, de divertirse, de hacer ejercicio y por su puesto de accesar a eventos culturales y de entretenimiento en general. Todo dejó de ser físico y pasó a a virtualidad en la que los aplausos se cambiaron por “vistas” y “likes”.
Todos nos hemos acomodado y acostumbrado a la nueva normalidad pero ¿cómo se adaptó una orquesta con más de 80 músicos a la virtualidad?
Para que nos contara un poco de este proceso nos echamos un cafesito virtual con el director adjunto de la Orquesta Típica de la Ciudad de México, el maestro Salvador Guízar.
Si ensayar es imposible, tocar todavía más
Todos sabemos que cuando mantenemos una llamada o una charla por algún medio electrónico (videollamada, llamada telefónica, etc.) existe un delay o retraso en el audio. Es decir uno puede contestar a una pregunta y la otra persona recibir la respuesta uno o dos segundos tarde. Nada que dificulte la comunicación o la vuelva confusa.
Pero esto para la música es mortal.
El maestro Guízar nos explica que la música es un arte del tiempo y sobre todo cuando se trata de más de 80 músicos al unísono en una orquesta. Justamente ese retraso en el audio y los demás problemas que conlleva conectarse de manera virtual hacen imposible un ensayo y mucho menos una presentación en vivo.
“Yo puedo escuchar a un músico, a un violinista, a un cantante individualmente y desde luego puedo ensayar y decirle ‘oye aquí me gustaría que le hicieras así y asá’, pero en cuanto son dos, que cada uno está conectado por su propio aparato, es un caos“, explica.