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Moby, y se hizo la luz


No hay muchos artistas como Moby que hayan pasado del punk al techno/house y al pop, sin dejar de componer música ambient. Con motivo de la publicación de Reprise, el álbum que celebra sus 30 años de carrera, Qobuz echa un vistazo a la trayectoria de un artista que ha tenido múltiples contratiempos antes de encontrar finalmente un camino artístico más tranquilo.

De Smaël Bouaici | Traducción: Ulyses Villanueva

En 1997, dos años antes de la publicación de PlayMoby estaba convencido de que nunca escribiría un gran éxito pop. La culpa, decía, la tenían sus estudios de filosofía. “Creo que eso comprometió mi capacidad de tener éxito”, explicó. “Muchas de las grandes canciones pop fueron creadas por personas cuyo enfoque del mundo era unidimensional, muy monolítico. Por desgracia, tiendo a ver los contextos culturales de forma más amplia y creo que eso limita mi capacidad para escribir una canción pop realmente buena”.

Por ello, Moby consideró que su pensamiento era demasiado complejo para atraer al público mayoritario. Y es cierto que, en ese momento, para Play, se disponía a probar el trabajo del etnomusicólogo Alan Lomax, quien, en los años 40, había salido a la carretera con su grabadora portátil para registrar la música de la América más profunda, descubriendo a Muddy Waters en el proceso. En términos de contexto cultural, había donde elegir. Y, sin embargo, Moby dio en el clavo con esta mezcla de producción electrónica y muestras de country-blues, cuyo arquetipo es Natural Blues, basado en la canción de 1937 Trouble So Hard de la cantante de Alabama Vera Hall, a quien se le atribuye la composición, tanto como a Lomax. Sin embargo, no fue el contexto cultural lo que le atrajo de estas grabaciones, sino las interpretaciones a capela, que enseguida le llamaron la atención como muestrario. El inesperado éxito del disco también le dio la oportunidad de mostrar sus ideas, con notas en forma de mini-ensayos sobre el fundamentalismo, el Holocausto y el veganismo.

El activismo de Moby tiene sus raíces en su infancia, que tuvo lugar en California, criado solo por su madre en una comunidad hippie. “Me educaron con la idea de que, si vas a hablar, di cosas que importen, y si tienes voz, intenta mejorar las cosas. Crecí con gente a la que le gustaba el punk rock, le fascinaba el situacionismo (movimiento de vanguardia europeo) y creía que los poderes fácticos son casi siempre corruptos. Son ideas en las que he estado inmerso desde muy joven y aún no he experimentado nada que ponga en duda esa premisa.”

Su madre viuda no siempre podía permitirse alimentarlo. El joven Richard Melville Hall creció en la extrema pobreza, como cuenta en sus memorias, aguando la leche y vistiéndose gracias a la caridad. Su único lujo eran las clases de piano y de guitarra, mientras vivía de okupa en distintas casas de Nueva York a principios de los 80. Paralelamente a sus estudios, se unió a varias bandas punk de corta duración, entre ellas The Vatican Commandos, que sólo sobrevivió tres años. La precariedad de estas experiencias colectivas le llevó a interesarse por la música electrónica. Empezó pinchando discos para la emisora de radio del campus, luego encontró algunos trabajos como DJ en bares de la ciudad, antes de empezar a componer temas para la escena techno/house (cuya diferencia aún no era obvia en ese momento) y que estaba ganando impulso entre Detroit, Chicago y Nueva York. En 1989 firmó su primer contrato con Instinct Records y publicó tres discos en 1990 con tres alias diferentes: Acid jazz como The Brotherhood, un EP bajo el seudónimo Voodoo Child, que contiene el tema Voodoo Child (Contracted), que se convirtió en un éxito en el templo belga del house y el new beat, el Boccaccio Life International. Y en 1991 su primer single como MobyMobility, un tema house atmosférico lleno de percusión. En la cara B del disco estaba el tema que le puso en el mapa del pop: Go, que fue un éxito con su tinte intelectual, su toque aéreo y ese sample de Twin Peaks.

El lado oscuro de la fama

La carrera de Moby iba por buen camino. En 1993, realizó una gira por Estados Unidos con las otras estrellas emergentes de la música electrónica de la época, el combo británico The Prodigy y el DJ canadiense Richie Hawtin. Y, mientras en el escenario lanzaba temas rave, en el estudio prefería jugar al downtempo con su primer álbum de ambiente (Ambient), que salió a la venta en el verano de ese mismo año. Una disparidad que no desanimó a la gran discográfica Elektra (The CureThe Breeders…), que no dudó en llevárselo. Dos años más tarde lanzó Everything Is Wrong, respaldado por dos singles típicos de la música electrónica de los 90: Feeling So Real e Hymn, entre sintetizadores trance y voces femeninas inquietantes. El álbum fue bien recibido por la crítica, pero, con 180.000 copias, no entusiasmó a mucha gente en el departamento de marketing, al que pilló completamente desprevenido dos años más tarde, cuando Moby, harto de la falta de cobertura mediática de su música electrónica y, quizá consciente de que se estaba convirtiendo en una mercancía, presentó Animal Rights, un álbum lleno de guitarras punk. Aunque el disco en sí no era ni mucho menos un desastre, el momento no podía ser peor. Mientras los Prodigy y los Chemical Brothers invadían América mezclando rock, hip-hop y tecno, este disco de punk neoyorquino llegó con una década de retraso y sólo encontró 100.000 seguidores, lo que difuminó un poco más la imagen del artista ante el público. El divorcio con Elektra se consumó y el estadounidense encontró refugio en Inglaterra, con Mute Records, el sello de Depeche Mode.

En junio de 1999 publicó Play, un disco más bien lo-fi, compuesto en casa a partir de muestras de la colección de Alan Lomax. Al principio, el disco no interesó a los periodistas, a los programadores de radio ni al público, después de una primera semana con 6.000 ejemplares. Fue The Beach, la película de Danny Boyle protagonizada por Leonardo DiCaprio (en su primer papel después de Titanic), la que le dio el impulso necesario al incluir Porcelain en su banda sonora, versionada por el DJ Pete Tong. La película se estrenó en febrero de 2000 y, en abril, Play vendió 150.000 copias a la semana y se mantuvo en las listas de éxitos durante dos años. Al final, el álbum vendió 12 millones de copias, y se situó junto a Oxygène como uno de los discos de música electrónica más vendidos de la historia. Otra peculiaridad: cada uno de los 18 temas del álbum se utilizó comercialmente, en anuncios y otros muchos espacios publicitarios.

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Moby, cuyas noches se hicieron mucho más largas que sus días tras la muerte de su madre en 1998, entró en una nueva fase de su vida: la hipercelebridad. Una situación que acrecentó su adicción a las drogas, el alcohol, el estatus y la aprobación de los demás, que relata en el segundo volumen de su autobiografía Then It Fell Apart, salpicada de encuentros con Trump, Putin, Bowie y esta sintomática frase: “¿Sabes quién soy?”. Lo suficientemente boyante como para permitirse nuevos contratiempos, Moby siguió con 18 en 2002, un disco que volvía al rock, pero de forma menos radical que Animal Rights. Funcionó bastante bien, con Extreme Ways, por ejemplo, marcando el ritmo de parte de la banda sonora de la exitosa saga cinematográfica Jason Bourne. Como prueba de su nueva popularidad, en verano organizó su propio festival, Area2, al que invitó a artistas tan diversos como David BowieBusta Rhymes o Carl Cox. Durante el resto de la década, siguió moviéndose entre el rock alternativo (Hotel, en 2005) y la música de baile (Last Night, en 2008), álbumes que improvisaba en su piso de Nueva York, entre sesiones de DJ y dos éxtasis que desayunaba cada día. A este ritmo, las ventas empezaron a estancarse, mientras que su búsqueda de sentido y su vena activista volvían a bajarle del escaparate al sótano. “Es algo en lo que siempre he creído, pero hubo un tiempo en que lo olvidé. Es un clásico: llegaste a la música porque de pequeño escuchabas a David Bowie o a algún artista que te hizo querer, te metes en ella, tienes éxito, y de repente dejas de vender discos, te empiezan a pagar por ser DJ, y llega un punto en el que empiezas a pensar demasiado en tu carrera, y para nada en el poder y la belleza de la música. Sólo tienes que esperar a despertar y volver a centrarte en la música y no en tu carrera. Nos pasa a muchos”.

La luz de David Lynch

El despertar llegó en 2007, “antes de dejar el alcohol”, explica. “Estaba escuchando a David Lynch dar una charla en la BAFTA (Academia Británica de las Artes Cinematográficas y de la Televisión) en Inglaterra y dijo algo muy sencillo: ‘La creatividad es bella’. Me di cuenta que tenía razón y que mi único trabajo debía ser intentar hacer música que aspirara a ser bella, que tuviera integridad y con la que la gente conectara, y no estúpidas canciones comerciales”. En 2009 publicó el álbum Wait for Me, grabado íntegramente en casa en formato analógico. El single Shot in the Back of the Head, un hipnótico instrumental de guitarra, contó incluso con un vídeo dirigido por Lynch, igualmente surrealista y distribuido gratuitamente por Internet, ya que Moby no previó ninguna derivación comercial. “Es una canción que nunca sonará en la radio y como el vídeo es de David Lynch, nunca la veremos en la televisión, y eso es una alegría”, se esperanzó entonces.

Moby se liberó de su adicción al alcohol poco después y, en la década de 2010, se limitó a perseguir su propio placer, definitivamente libre de contingencias de marketing. “Una de las cosas que me hace más feliz es que ya no tengo que pensar en una carrera. Estoy liberado, no tengo que pensar si lo que hago es bueno o malo para ella”. Creó el grupo de metal Diamondsnake, con Phil Costello, y ofreció el trabajo como descarga gratuita en Internet. Organizó un sitio web, mobygratis.com, con música gratuita para los realizadores de vídeo con bajo presupuesto. También puso online repentinamente un álbum de ambiente de cuatro horas (Long Ambients 1: Calm. Sleep). De vuelta a la inocencia del músico aficionado, redujo drásticamente el número de conciertos, dejando de sufrir las largas giras en hoteles. Sus 20 millones de discos vendidos le permitieron comprometerse políticamente sin miedo. Se convirtió en uno de los críticos más acérrimos de Donald Trump y lanzó su álbum These Systems Are Failing, con The Void Pacific Choir, un mes antes de las elecciones presidenciales estadounidenses en octubre de 2016, un disco que evoca el comportamiento humano ante los problemas políticos, económicos y ecológicos, “para intentar salvar lo que aún se pueda salvar”.

“Tengo la suerte de tener suficiente dinero para pagar el alquiler y no me gustan las cosas bonitas. En mi vejez, creo que me estoy convirtiendo en un hippie monástico. Sólo quiero tener cierta calidad de vida, y la tengo. Voy de excursión todos los días, tengo suficiente comida vegana para comer, no necesito más. Casi podría decir que las cosas que quiero no están en venta. No quiero parecer un monje religioso, pero no necesito cosas materiales. No quiero más popularidad, no quiero que me inviten a fiestas y no necesito un Rolex. Es una liberación increíble decir que ya no quieres luchar, mentir, engañar para conseguir esas cosas”, explicó en 2018. Tres años después, Moby celebra sus 30 años de carrera sin ninguna presión, con un álbum de versiones acompañado por la Budapest Art Orchestra y estrellas como Gregory PorterJim James de My Morning JacketMark Lanegan y Víkingur Ólafsson, y firmando con el más prestigioso sello de música clásica, Deutsche Grammophon. Solía fruncir el ceño cada vez que se le mencionaba el escenario, pero su amigo, el director venezolano Gustavo Dudamel, le llevó a un concierto de la Orquesta Filarmónica de Los Ángeles. Así comenzó este proyecto discográfico, con sus grandes éxitos, desde Porcelain Natural BluesExtreme Ways y Go, además de Heroes, de su ídolo David Bowie. Es un álbum muy placentero para Moby, definitivamente anclado en el camino de la inocencia. “Para mí, la música está ahí principalmente para transmitir emociones, para compartir ciertos aspectos de la condición humana con los oyentes”, explica sobre el disco. “Lo siento si parece obvio”.

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