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Cómo se hace la carne en laboratorio

Es “lo mismo que la carne tradicional”, dicen los científicos, pero con “el animal eliminado de la ecuación”.

Este mes, los habitantes de San Francisco y Washington D.C. serán los primeros de Estados Unidos y del mundo en comer lo que algunos consideran el alimento del futuro: carne cultivada en laboratorio.

En junio, el Departamento de Agricultura de EE.UU. (USDA, por sus siglas en inglés) aprobó la producción y venta de carne de pollo por dos empresas, Upside Foods y Good Meat, que inicialmente se asociaron con restaurantes (Bar Crenn en San Francisco y China Chilcano en la capital del país, respectivamente). Con el tiempo se espera comercializar otras carnes cultivadas en laboratorio y ponerlas a disposición de supermercados y restaurantes.

La decisión del USDA convierte a Estados Unidos en el segundo país, después de Singapur, en legalizar lo que algunos denominan carne cultivada, un impulso significativo para una industria que hace apenas una década era pura ciencia ficción. Hoy la desarrollan más de 150 empresas, con una inversión de 896 millones de dólares solo en 2022.

¿Cómo se fabrica la carne cultivada en laboratorio?

La carne de cultivo o cultivada en laboratorio consiste en “tomar células de animales que normalmente producen carne para nosotros y utilizar esas células como fuente de energía para hacer crecer carne a partir del animal”, explica David Kaplan, director del Centro de Agricultura Celular de la Universidad de Tufts.

Claire Bomkamp, científica jefe de carnes y mariscos cultivados del Good Food Institute, añade que es “lo mismo que la carne tradicional”, pero “eliminando al animal de la ecuación”.

El primer paso para crear carne cultivada es obtener células animales, normalmente mediante biopsia de un animal (vivo o recién sacrificado) o extrayendo células de un óvulo fecundado. Estas células se colocan en medios de cultivo para estimular su multiplicación; pero si se imagina a un grupo de científicos encorvados sobre placas de Petri, se equivoca.

“Imagínese algo más parecido a la fabricación de cerveza”, sugiere Kaplan; “estamos hablando de escalas muy, muy grandes”.

Estas células podrían ser células madre, con capacidad para convertirse en prácticamente cualquier parte de un animal; otras podrían ser las llamadas células satélite, que regeneran y reparan los músculos. Algunas células pueden reproducirse entre 30 y 50 veces antes de que sea necesaria una nueva biopsia. El santo grial, que Kaplan y otros están desarrollando, son las células “inmortalizadas”, que, mediante manipulación o mutación genética, son capaces de proliferar indefinidamente sin necesidad de más tejido animal fresco.

El resultado, en teoría, es un producto que huele, sabe y se parece a la carne que estamos acostumbrados a comer.

Entre los beneficios está que se acabará con las granjas que maltratan a los animales al tenerlos en reducidas jaulas. También se dejará de producir toneladas de alimento para alimentarlos. Las exportaciones de animales bajarían y que cualquier país podría cultivarla según sus necesidades. Sobre si existen riesgos a futuro de comer algo creado en laboratorio, no se ha dicho nada.

Con información de National Geographics

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